sábado, 12 de marzo de 2011

Las chicas del tanga

Puedo decir que Las chicas del tanga es, entre las pocas películas de Jesús Franco que he visto,  la que más me ha gustado. Me temo que no es muy representativa de la obra del director, de la que, como decía, conozco muy pocos títulos.

La película parece ser que se rodó en el verano de 1983 (año que figura en el copyright de los títulos de crédito), aunque no se estrenó comercialmente hasta abril de 1987, según la web del Ministerio de Cultura e imdb. Rastreando en la hemeroteca del ABC, observamos que hubo un «estreno fantasma» en el año 85. No consta que se exhibiera en Barcelona.

Las chicas del tanga se podría catalogar como una «comedia coral», donde las historias de cuatro parejas que se forman durante un verano en Benidorm, se entrelazan de la forma más sorprendente. La pareja que acapara más protagonismo es la de «Artesanie» (Antonio Mayans) y Muriel (Muriel Montossé, acreditada como Silvia Montez): un típico macho hispánico y una turista francesa con pocas luces y menos prejuicios a la hora de desnudarse. En el momento de cruzarse, dos niñas están pidiendo dinero a la francesa para jugar al comecocos del bar del hotel. Las dos niñas, que llevan un chándal ochentero a más no poder, están interpretadas por las hijas de Antonio Mayans: Flavia e Ivana. Su madre en la vida real, Juana de la Morena, da vida a su madre en la ficción.
Después tenemos la pareja que conforman una patinadora, a quien la voz en off describe como «un producto típico de Benidorm» (Analía Ivars, originaria precisamente de la ciudad turística por excelencia) y un guiri holandés llamado Philip (pero que habla castellano como si fuera de Vallecas; lo interpreta el músico y director de fotografía Joan Soler Cózar).
Entonces aparece en escena la famosa tonadillera Lola Clavijo (Lina Romay), acompañada de su inseparable manager (Eva León). El personaje de la Clavijo parece ser una parodia de Isabel Pantoja. Su mayor éxito se supone que se lo dio la canción Tortillita española... de manera que esos rumores ya acompañaban a la Pantoja a principios de los ochenta... Aún así, la Clavijo se deja querer por un gitanillo que ronda por el hotel que dice ser un conde forrado de millones (José Llamas). La desconfiada mánager de la coplera dice: «Ya veremos los millones que tiene éste...»
Aparece entonces Paco, un cachas que se encuentra a una prostituta, Charo (¿la Gina de los títulos de crédito?), que acaba de ser abandonada en plena calle. Paco le ofrece las llaves de su piso para pasar allí la noche y Gina las acepta, después de mostrar muchas reticencias (luego entenderemos el porqué).
Ya hacia el final de la película, esas tres parejas se reúnen en la actuación de Juanito de Antequera, que aparece travestido, haciendo un playback de una canción de la que me encantaría tener algo más de información. Minutos después, el cantante travestido se queda en taparrabos y sale haciendo acrobacias.
Después de la función, el travestí recibe en su camerino a la madre de las dos niñas que no han parado de pedir dinero para el comecocos, que no son sino su ex mujer y sus dos hijas. El travestí les explica que las abandonó porque no sabían como reaccionarían al conocer su oficio... Las niñas dicen con alegría que no les importa tener dos mamás, así que todos acaban felizmente reunidos.
El falso conde y la patinadora acabarán juntos, dejando al guiri y la Clavijo más tirados que una colilla. La tonadillera, como era de esperar, acabará unida sentimentalmente a su mánager-dominatrix, sellando su unión con un beso que la censura de la época (todavía en los años ochenta) decidió acortar, como explica Lina Romay en una entrevista.
Sobre el desenlace de la pareja Paco-Charo, es mejor no revelarles nada, si desean ver la película. Sólo diré que Las chicas del tanga probablemente sea la obra más queer-friendly del opus cinematográfico de Jesús Franco.

Las chicas del tanga contiene elementos muy castizos, como la banda sonora de García Morcillo, compuesta única y exclusivamente de pasodobles; el lenguaje cheli, los personajes arquetípicos de Lola Clavijo y Artesanie... Pero, a la vez, parece como caída de otro planeta. Ahí se nota la mano de Jesús Franco —que provenía de una carrera en los países más diversos y en un tipo de cine nada convencional—, y eso es uno de los mayores alicientes de Las chicas del tanga. Por cierto, no estoy seguro de esto, pero el título me suena a imposición comercial de productores y/o distribuidores.
No busquen mucha profundidad psicológica en los personajes (el filme no es nada pretencioso en ese aspecto), pero tampoco esperen la chabacanería de una «españolada» típica. En resumen, se trata de una película que nos ha sorprendido muy gratamente y que recomendamos encarecidamente. Quizá si hubiera habido más comedias como Las chicas del tanga, no habría tanto prejuicio contra el cine español.

1 comentario:

  1. Lina Romay podrá decir lo que quiera pero en el 83 no quedaba de rastro de la Censura

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